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La leyenda de la Campana de Huesca

31 octubre, 2014


Marina no conseguía pegar ojo, pensando una y otra vez en la historia que le había contado su abuelo. El solo hecho de imaginarse que tiempo atrás, hubiera tenido lugar un acontecimiento tan atroz como ese, a tan solo unos pasos de su casa, le producía escalofríos. ¿Sería verdad? Era difícil de creer. Por suerte, y después de dar vueltas en la cama durante más de una hora, logró dormirse.

Por la mañana, su madre tuvo que entrar a despertarle. La alarma de su móvil, que llevaba sonando un buen rato, sólo había conseguido que se hundiera cada vez más en las profundidades de su cama. 

–¡Levántate!, son ya las 8,30 y no llegarás a tiempo.

–¡Sí mamá, ya voy!– respondió Marina.

Se vistió deprisa, cogió la bici y se puso a pedalear, dirección al instituto.

La clase de matemáticas ya había empezado, así que entró sigilosamente y se situó en la última fila. Sacó rápidamente su cuaderno y se puso a tomar nota de todo lo que el profesor había escrito en la pizarra a cerca de la campana de Gauss. El nombre le hizo recordar la leyenda que su abuelo le había contado la noche anterior sobre la Campana de Huesca. Así que pensó que lo primero que haría al volver a casa por la tarde sería meterse en internet a buscar información.
Lo cierto es que pese a lo miedosa que era Marina,la historia le tenía intrigada. Huesca era un lugar tranquilo, donde tenía la sensación de que nada podía pasar. Por eso, al escuchar la leyenda que su abuelo le había contado, se había mostrado tan incrédula. 

Encendió el ordenador. Si Google no le daba la respuesta, entonces dudaría de la credibilidad del suceso. Pero segundos después tenía decenas de resultados. Comenzó a leer la definición que daba Wikipedia: “La leyenda de la campana de Huesca cuenta que Ramiro II El monje, rey de Aragón, decapitó a doce nobles que se opusieron a su voluntad...” Siguió leyendo y se dio cuenta que coincidía exactamente con lo que le había contado su abuelo.

Pero el hecho de que apareciera en internet, no sacó de dudas a Marina, que sabía que muchas leyendas tenían más de fantasía que de realidad. Así que, decidió que le preguntaría  al día siguiente a su profesa de historia.

–Carmen, ¿tienes un segundo para hablar sobre la Campana de Huesca?-dijo Marina a su profesora, al terminar la clase.

La maestra no podía ocultar la emoción de ver a una alumna interesada en la historia de su ciudad y respondió enseguida:

–¡Claro Marina!, déjame que te invite a comer y hablamos con tranquilidad.

A la adolescente le pareció una gran idea, y fueron a un sitio cercano al instituto donde la maestra le aseguró que hacían las mejores migas de la ciudad. El sitio era acogedor y por el recibimiento que les dieron, Marina tardó poco en darse cuenta de que Carmen era asidua al restaurante. Durante el primer plato estuvieron hablando de la prueba de acceso a la universidad, los planes de estudios de Marina, y demás asuntos puramente académicos. Pero, llegadas al postre, Carmen recordó el verdadero motivo por el que estaba comiendo con Marina: La campana de Huesca.

–Bueno Marina, que se nos echa el tiempo encima. Me ha sorprendido realmente que te acercaras a preguntarme.  ¿A qué ha venido ese interés por la leyenda de la campana? ¿Quién te ha hablado de ello?

-Mi abuelo, profe. A él le encanta contar historias para asustarme. Pero me cuesta creer que sea cierto que un rey llamase a una docena de nobles, con la excusa de construir una campana que se oyera en todo el reino, y luego los hiciera entrar en una habitación decapitándolos uno a uno. ¿Estaba loco? –dijo Marina escéptica.

–Debía de estarlo, porque así tuvieron lugar los hechos. Es más, luego hizo un círculo con las doce cabezas, y fue llamando a los últimos que quedaban para que escarmentaran al ver muertos a sus compañeros–puntualizó Carmen.

–¡Qué bestia!. Loco de remate.

–¡Ay Marinita! Ésta es solo una más de tantísimas atrocidades que se han cometido a lo largo de la Historia.

–Ya lo sé profe, pero aunque hayan pasando siglos, sucedió aquí, y ese es el motivo por el que me inquieta.

–Marina, eres una chica muy curiosa y un día serás una maravillosa periodista. Esa historia tuvo lugar hace mucho tiempo, en el 1131 concretamente. Pero lo realmente misterioso para mí, y para lo que no tengo una verdadera respuesta, es para el hecho de que nunca suene la campana de la catedral. Y existen testimonios de nuestros antepasados de que nunca se ha escuchado.

Marina, que estaba atontada escuchando a su profesora, de pronto se sobresalto.

–¿Qué? No lo había pensado. Es cierto, nunca he oído las campanadas en la catedral de Santa Maria.¿Tiene alguna relación con la leyenda?

–Eso es lo que me intriga. Aunque no puede probarse la relación, es un hecho que la campana no ha repicado nunca desde que está en pie. A mí me han contado dos versiones que explican este suceso, a ver con cuál de ellas te quedas:

La primera versión cuenta que en el siglo doce, Jaime I de Aragón, el cual gobernaba por aquel entonces y dio órdenes estrictas de que se construyera una campana estropeada, que nunca pudiera sonar, porque creía firmemente que el día en que lo hiciese se liberaría el espíritu del “Monje”, vagando libre por el reino de Aragón para seguir decapitando inocentes.

La otra, en cambio, dice que la campana no está estropeada, pero que desde que salió a la luz la leyenda de “la Campana de Huesca” nadie se ha atrevido a subir al campanario, porque se teme que los espíritus de los doce decapitados sigan allí esperando a que entre alguien para vengarse.

Marina tenía los pelos de punta.

–¡Jo profesora!, no sé cuál de las dos me gusta menos.

–Para que luego pienses que en Huesca nunca pasa nada. El próximo día hablaremos en clase sobres esto. Voy a pedir la cuenta ¿te parece?

Carmen insistió en invitar a su alumna y después de pagar, se despidieron hasta el lunes siguiente.

Al salir del restaurante el cielo ya había oscurecido y la lluvia empezaba a regalar sus primeras gotas. Así que Marina decidió dejar allí su bicicleta y tras despedirse de su profesora emprendió el camino a casa. Apenas había andado unos cuantos pasos por la desierta calle, cuando algo la sobresaltó y se giró buscando de nuevo a su profesora.

–¡Espere profe!

Carmen que estaba a punto de girar la esquina se paró en seco.

–Marina!, ¿no tendrás también miedo a la lluvia?

Ésta, con cara asustada y tartamudeando le contestó a su maestra:

–¿Es que no has oído eso?

Carmen que no había escuchado nada, retrocedió hacia donde estaba su alumna para preguntarle, pero antes de pronunciar una sola palabra, lo oyó también:

Dong, dong, dong, dong...
Isa Tomma

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