Mandalas para el Amor

Estos misteriosos círculos tienen un increíble poder espiritual y representan la totalidad, la unión y el absoluto.

La palabra mandala significa "círculo" o "centro", en sánscrito, una de las antiguas lenguas de la India, y puede sorprendernos el hecho de que hayan existido desde el comienzo de los tiempos, y que sea posible observarlos y contemplarlos todos los días. Desde el punto de vista espiritual, el círculo es mucho más que una forma geométrica: es un centro energético de equilibrio y purificación, es una forma sagrada. Los mandalas no tienen principio ni fin y expresan la totalidad del universo y del ser. Desde el macrocosmos hasta el microcosmos, todas las formas tienden al círculo. En pequeña y mayor escala, desde la Luna, la Tierra y el Sol, hasta los átomos, las piedras y nuestra propia cabeza, la forma y la energía circulares se replica una y otra vez. El mandala se considera, por ello, un símbolo del absoluto y de la energía vital interna y externa que domina la existencia.

Diversas cultura los emplean desde los tiempos inmemoriales con múltiples finalidades que, en algún punto, se asemejan. A través de los siglos, ha habido culturas de Oriente y Occidente que han estado familiarizadas con la práctica de los mandalas. En la cultura egipcia, por ejemplo, eran utilizados por la fuerza que trasmitían, colmando de energía el ambiente donde se los ponía. Además, se usaban como instrumento de meditación profunda. 

Para los monjes budistas tibetanos, estos círculos milenarios eran, y siguen siendo, creados con arena de colores, que representan las múltiples dimensiones de la conciencia espiritual, el estado propio de la iluminación y la geometría perfecta del cosmos. Más recientemente, entre los nativos americanos, se ha dado algo similar. Tribus, como la de los indígenas navajos, emplean mandalas de arena en ceremonias sagradas con fines medicinales y para simbolizar el círculo de la vida. Las formas de estos mandalas son increíblemente parecidas a las de los monjes tibetanos, lo cual prueba que estos círculos y sus diseños son propios de la verdadera esencia humana y, por eso, su efecto resulta tan poderoso y purificante. 

Desde el punto de vista psicológico, estos misteriosos círculos representan la totalidad de nuestro ser, como si fueran espejos que reflejan el crisol de nuestra psiquis, las aristas de nuestros más profundos sentimientos. Al mirarlos, sus formas y colores estimulan distintos centros nerviosos, y trabajan sobre nuestros estados de ánimo. Por eso, los mandalas facilitan la sanación y el acercamiento a estados positivos de conciencia. 

Su diseño contiene un punto central desde el que todo es posible. La matriz circular ofrece un potencial infinito de posibilidades, un abanico de formas y colores, que generan, a su vez, infinidad de efectos sobre nuestro estado de ánimo. Carl Gustav Jung, psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, y figura clave en el desarrollo del psicoanálisis, investigó durante años el simbolismo de los mandalas. Sus estudios le permitieron concluir que un mandala es una imagen arquetípica que representa la totalidad del alma humana, expresada de modo mítico. 

En otras palabras, para él los mandalas simbolizan el fenómeno de la divinidad encarnada en el hombre. El mandala funciona como una representación del arquetipo del "si-mismo", de la unidad o la totalidad, que permanece viva en la psiquis humana desde los tiempos de la creación. Esto explica por qué los mandalas se utilizan con distintas finalidades. Algunos de ellos estimulan la alegría, otros el amor, la fortaleza, la salud, la concentración, etc. Lo que tienen todos en común es que apuntan a la trasformación, a la integración total del ser. Cada persona responde a ellos, instintivamente, más allá de si edad, género, raza y cultura. 

Pintar mandalas es una excelente manera de acercarnos a nosotros mismos y aprovechar los beneficios que nos proveen estos poderosos sanadores espirituales. Al colorearlos, entramos en contacto con nuestro potencial profundo, permitiendo que la sanación, la creatividad y la alegría puedan desplegarse desde el interior. Además, como cada color tiene un efecto sobre los estados de ánimo, podemos elegir los tonos que necesitamos particularmente.

Hay colores que estimulan la alegría, otros que promueven la fortaleza, la salud, la concentración, la valentía.... Sin embargo, cada persona responde a cada color según sus propias experiencias, es decir, aunque cada color tiene un efecto distintivo en líneas generales, puede operar de manera diversa según la psiquis o el estado de ánimo de cada persona. Por eso, lo mejor es probar qué efecto nos causan al contemplarlos. 

Colorar mandalas nos ayuda a:

 Relajarnos y entrar en un estado de paz y aceptación. 

 Desarrollar la paciencia.

 Liberarnos del estrés.

 Mejorar la concentración. 

 Expandir la creatividad y la autoestima. 

 Acceder al autoconocimiento al desbloquear los pensamientos y las emociones.

 Equilibrar el cuerpo, la mente y espíritu. 

Para colorar una mandala necesitas:

 Generar un ambiente relajante: colorear mandalas es un arte que, en si mismo, tiene un efecto inmensamente sanador. Para aprovecharlo en su máxima expresión, conviene hacerlo en un ambiente adecuado. En un espacio donde puedas estar tranquilo, siéntate en una silla cómoda, enfrentada a una mesa, que permita inclinarte sobre el papel. Pon música relajante, como flautas o sonidos de la naturaleza, de pájaros, viento, mar o arroyos de agua que fluyan. Cierra un momento los ojos, y realiza inhalaciones y exhalaciones profundas por la nariz, unas 20 veces. Lleva tu atención hacia adentro. Una vez que te sientas bien y concentrado, estarás listo para empezar a colorear. 

 Elige tus colores: antes de decidir la paleta de colores, prueba sobre un papel en blanco cuáles son los que mejor te hacen en este momento. Observa qué sientes al mirarlos, y separa los lápices que utilizarás.

 Aplica la técnica lineal para conseguir mayor o menor intensidad: esta consiste en ir trazado líneas, primero en una dirección y después en la contraria. Si se desea una mandala con intensidad de color, se trazan tantas líneas como sean necesarias para cubrir por completo la forma. Si deseamos tonalidades más suaves, se colorea dejando más blancos entre los trazos. Las líneas pueden trazarse en la dirección que resulte más cómoda. 

Editorial: Planeta

Fecha Publicación: 02/08/2016

Páginas: 128

Idioma: Español

Formato: 21 x 21 cm.

Presentación: Tapa dura sin s/cub. (cartoné)

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